miércoles, 7 de junio de 2017

El "Pócimas"

Un día, íbamos Carlos y yo en el coche por la ronda litoral, cuando advertí la presencia de un coche aparcado que era algo más que un coche.
Al cabo de unas semanas, cuando volvimos a pasar, el coche parecía más un hogar que un medio de transporte. Fuera, estaba un señor de complexión fuerte y mal afeitado.
Mi sensibilidad social me hizo pensar en el tipo de existencia que debía tener ese hombre. Y como muchas veces, hizo uso de mi imaginación para crear un pasado y una vida a aquel desconocido que poco sabía de mi existencia.
Pero lo interesante estaba por venir.
Después del coche, llegó una mesa y una silla. Más tarde, un toldo.
Así fue creando su hogar.
Y decidimos llamarlo el "Pócimas" aquel día que pasamos y vimos que con cuatro maderas, había hecho fuego y encima de éste había una olla humeante. Y la verdad, es que pensamos en Obélix porque su barba y complexión nos recordaba al irreductible galo.
El "Pócimas" se convirtió en alguien conocido y familiar. Cada vez que pasábamos, girábamos la mirada a ver qué se estaba cociendo... Literalmente.
El "Pócimas" no hacía daño a nadie. No estorbaba. Se había montado su casa a partir de un coche abandonado. Nada sé del "Pócimas", sólo que me fascinaba como había ocupado el espacio y lo había hecho suyo.
Hace unas tres semanas, el toldo no estaba. Y hace dos, el coche tampoco. Ni rastro del "Pócimas". Quizá unas llamadas a la Guardia Urbana, o una intervención de Servicios Sociales tengan algo que ver. Solo sé que ya no hay casa, y creo que el irreductible galo ha sucumbido al manual de "como ha de vivir un ser humano". Son conjeturas, pero me lo imagino en una unidad de agudos de psiquiatra por orden judicial. No sé si será feliz, pero ¿quien lo es cuando te marcan como has de llevar tu vida?
PD: (Mi reflexión puede/pretende llevar a un debate interesante sobre libertad, salud mental, ética y civismo)

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