jueves, 28 de noviembre de 2013

Hacer el payaso

A pesar de que en ocasiones la visión de un payaso me ha generado cierta inquietud y malestar, asociando a esa cara blanca y nariz roja un lado oscuro, perverso y psicopático, mi deseo de realizar alguna actividad teatral me llevó a apuntarme a un curso de "clown" en un centro cívico de la ciudad donde vivo.

El motivo de cubrir esta curiosidad era el poder romper con la rutina, entendiendo que hacer el payaso podría resultarme cuanto menos relajante o liberador. Y en realidad así ha sido. En este espacio entre semana, acompañada de unos cuantos valientes, me dedico durante una hora y media a, simplemente, hacer el payaso.

Pero "hacer el payaso" tiene más miga de lo que parece. A medida que han ido pasando las clases, a través de las explicaciones del profesor y de las experiencias vividas, he ido descubriendo el mundo payaso. Es un mundo amable, rico y lleno de posibilidades para reflexionar sobre la vida.

El payaso vive de la sorpresa y la ilusión, pretende gustar, nunca dice que no a una propuesta. Tiene una mirada inocente, nueva, fresca. Derrocha sensibilidad y no le importa mostrar que lo que pasa, le afecta. Reconozco que me encantan estas características. Me gustaría que pudiéramos vivir lo que nos llega como si fuera la primera vez que lo vemos, lo sentimos, lo escuchamos. Me gustaría que cada propuesta fuera vivida como una aventura, como un juego, en el que lo importante sería implicarse, darlo todo, a pesar que no saliera como esperáramos. Porque la gracia del payaso es que vive el presente, es que se deja la piel en lo que hace, aunque pueda ser una absurdidad. No se da por vencido.

El payaso es transparente. No siente reparo a mostrar su miedo, su tristeza, su alegría o su enfado. Si, puede parecer que tras la nariz esconde su alma. Pero no es así. La nariz potencia su energía emocional.

El profesor nos dijo que el éxito del payaso reside en el fracaso. Mientras más fracasa, más gracia hace y por tanto, más carismático deviene. ¿Cuántas veces el miedo al fracaso nos ha paralizado? ¿Cuántas veces nos avergonzamos de perder, cuando suele ser común equivocarse? Es una lección que nos da el payaso. Él lo intenta a muerte y la mayoría de las veces no acaba consiguiendo lo que desea... Aún así, nos hace reír. Y de esta manera, el payaso ya está contento.

Con esto no quiero decir que nos conformemos con intentarlo, que no nos podamos entristecer si fracasamos. Pero quizás si que pienso que el éxito está sobrevalorado. También pienso que la imperfección puede ser hermosa, tierna si se muestra desde la autenticidad.

Recomiendo encarecidamente hacer el payaso siempre que se tenga la ocasión. Recomiendo ponerse la nariz roja, llenarse de ilusión, dejarse invadir por la sorpresa y ¡darlo todo!