sábado, 15 de noviembre de 2014

See you soon, flat mate

Cuando a una le llega el momento en el que siente la necesidad de salir de casa de sus padres, se plantea el cómo y otro montón de cuestiones que se mezclan con el miedo y la ilusión.

Una salida posible es la de compartir piso. Es una experiencia que recomiendo en muchos aspectos. Mi andadura como mujer emancipada se inció hace ya nueve años. Y desde entonces, pasé de vivir con mis padres, a vivir primero con amigas y después con compañeras de piso que acabaron siendo mis amigas. 

Ahora nos llega otro momento importante. Mi compañera de piso ha decidido dar un salto vital: vivir en pareja. Y su decisión trae consecuencias para mí. Eso significa que viviré sola por primera vez.

No me quiero detener tanto en lo que va a ser, sino que quiero escribir sobre lo que ha sido. 

Mi experiencia compartiendo piso, reconozco que ha sido excepcional, curiosa como pocas. Ha sido un aprendizaje muy positivo. Prueba de ello es que durante ocho años y medio nuestra convivencia no se ha roto, a pesar de ser personas muy diferentes en muchos aspectos.

En común tenemos, a parte de la experiencia compartida durante estos años, valores como el respeto, el diálogo y el compromiso. El "buenos días" por la mañana, el "buenas noches" antes de irse a dormir, las cuentas conjuntas, el prestarse cosas... son elementos que echaré de menos en breve.

Hemos aprendido a tolerar las diferencias que hay entre las dos. Y resulta interesante ver como todo aquello que nos diferencia ha hecho que estuviéramos unidas. Se ha creado un equilibrio en nuestra convivencia.

No negaré cierta ilusión en pasar de etapa, en dejar de ser una joven que comparte piso. Aún así, hay un sentimiento de pérdida. Y se aproxima el día en el que, poco a poco, me de cuenta que en el pote del baño sólo hay un cepillo de dientes o que en la nevera hay unos estantes vacíos. Y que mi "compi" cuando venga a casa, será de visita.

Creo que todavía no soy consciente de lo que la echaré a faltar porque no sólo hemos compartido piso, sino que hemos creado una convivencia juntas, casi como una familia.

Le deseo y me deseo suerte en esta nueva etapa. 

jueves, 23 de octubre de 2014

Virulizando

Lamentablemente el tema de los virus está siendo muy comentado últimamente, debido al malnacido virus del Ébola. A pesar que me alegro profundamente de que Teresa Romero esté ya libre de peligro, no me gustaría que nos olvidáramos que todavía es una epidemia, aunque quede lejos de casa.

Pero el motivo de mi entrada de blog no son esas clases de virus, sino lo que llamamos "virales". La RAE acaba de aceptar nuevos vocablos como "Tuitear", aunque todavía no ha considerado el concepto "viral" como una nueva palabra. Tiempo al tiempo.

¿Y qué es un viral? ¿Y qué tiene que ver con los virus? Tiene que ver porque comparten etimología. De hecho, viral proviene de virus. Esto es bastante obvio, lo sé. ¡Je, je!

Un viral es un vídeo, una imagen, un escrito, etc. que corre por Internet y que al igual que algunos virus, se propaga a velocidad de relámpago. De manera mágica, llega a mucha gente que tenga whatsapp, facebook o twitter. 

No hace muchos años, la televisión era quien creaba esta complicidad entre la sociedad con algunos vídeos graciosos, con algunos latiguillos de famosos que se oían a diario en las calles, en la escuela, en el trabajo. ¿Quién no recuerda al gitanico del huevazo y la mieldalasoleeee!? 

Entonces no había internet, o al menos no la teníamos en casa. Pero el efecto es el mismo. 

Ahora, la manera en la que los humanos compartimos chistes, vídeos bonitos, curiosidades, etc. es a través de los múltiples métodos de comunicación. Por ejemplo, ¿A quién no le ha llegado una foto de Julio Iglesias con alguna frase donde queda en evidencia su fama de ligón? ¡y lo sabes! 

En fin, que esto es como la gripe, que se va extendiendo y que llega al personal, provocando una sonrisa y una complicidad. Y si no lo conoces, la gente se sorprende. Quedas excluido de la sociedad, casi. 

Lo que me sorprende es la rapidez de esos creadores de chistes. Son rápidos. Cualquier suceso actual, lo recovierten en chiste y ala, a circular por la red. Nadie queda inmune: Sergio Ramos, Ana Botella, los catalanes, y un largo etcétera. 

También se han generado muchas páginas donde se cuelgan millones de vídeos e historias. Aquí algunos ejemplos: 

Pero hay muchísmas páginas. Y los enlaces circulan y circulan...

Reconozco que en ocasiones me quedo atrapada viendo vídeos una y otra vez. Algunos porque son impactantes, otros porque son graciosos, otros solidarios o de denuncia social. Es interesante este fenómeno de los virales. Algunas buenas causas han aprovechado el filón de la rapidez de propagación de las redes para promocionar su trabajo y dar a conocer algunas situaciones de injusticia social. Es el lado amable y real de los virales. 

En todo caso, no se sabe si la que la líao parda ha sido el pollito o éste estaba relaxing cup en la plaza mayor. Lo que si se sabe es que es una vía más de compartir socialmente una sonrisa o una emoción.



sábado, 20 de septiembre de 2014

Prepararse


Desde antes de verano que me viene en mente la palabra preparar y prepararse. Como siempre me gusta investigar el significado de las palabras, a continuación os detallo las definiciones que salen en la RAE sobre Preparar:
  1. Disponer algo para una finalidad 
  2. Prevenir o disponer a una persona para un hecho futuro 
  3. Enseñar,educar,entrenar
  4. Realizar las transformaciones necesarias para obtener un producto.
Antes del verano, cobraba un sentido pero a medida que ha ido pasando el mes de agosto y nos hemos metido de lleno en septiembre, su significado deviene distinto.

Hace un par de meses, me estaba preparando para el verano, para las vacaciones. A finales de agosto, me preparaba para la vuelta al trabajo, a la rutina. Esto enlaza con la definición 2. La Sra. Canica, se prevenía o se disponía para un hecho futuro sean las vacaciones o la temida vuelta al curro. Para lo que no estaba preparada este año era para el pomposo y renombrado síndrome post-vacacional. Pero esto ya es otra cuestión para otra entrada de blog. 

La primera y la última definición yo las relaciono con algo que se tiene que elaborar: un trabajo, un plato, una medicina, una maleta, etc. 

Y como me gusta desgranar las palabras, no puedo si no que fijarme en el prefijo que contiene la palabra "Prepararse". "Pre"  indica antelación, prioridad o encarecimiento. Si le quitamos el "pre" nos quedamos con el "pararse". Y aquí es donde yo quería ir a parar (me estaba preparando para ello, ¡je, je!).

El lenguaje es sabio, a pesar que a veces no le hacemos demasiado caso. Algunos de mis maestros intelectuales de la psicología, ensalzan la magia del lenguaje y la importancia en las relaciones. Y como yo, en este sentido, también me resulta llamativa la formación de la palabras, pues no puedo dejar pasar una reflexión en relación al uso cotidiano, común y mundano de la palabra "prepararse"


Mi reflexión al respecto es que si tomamos literalmente el sentido de la palabra, deberíamos parar para poder prevenir, disponernos a un hecho futuro, etc. Pero en la locura de la sociedad actual, devorada por el culto a la inmediatez, la falta de tiempo y la adoración por lo "fast", el pararse se valora como una pérdida de tiempo. ¿Pero como pretendemos prepararnos sin pararnos? ¿Cómo podemos proyectarnos al futuro en continuo movimiento?


Creo que hay gente que es capaz de no parar, pero creo que entonces, no está suficiente preparada para ciertas cosas, tareas, o momentos. 


Esta es mi reflexión. Pero no querría despedirme sin apuntar un aspecto. Prepararse no es solamente planificar. Tampoco es controlar. Prepararse es poder ver lo que viene, parar, proyectarse al futuro y valorar que puede/debe hacer para disfrutar (o no sufrir en demasía) de ello. 







martes, 26 de agosto de 2014

Vuelta al cole, vuelta al ruedo.

Hola a todos mis lectores y lectoras (que no son muchos, lo sé, pero que los aprecio como un tesoro!)

Bueno, después del saludo halagador, quisiera echar cuentas y veo que hace más de dos meses que no escribo en El Mundo Canica. 

El ser bloguero requiere un esfuerzo de constancia, que puedo asegurar que no es una de mis virtudes. Anica, la Sra. Listas, la de ramalazos obsesivos y controladores, se permite transgresiones con algunas cuestiones de la rutina. Y se le escapan ideas...

Me ocurren muchas cosas a lo largo del día y de repente empiezo a tirar del hilo de la anécdota y pienso que quizás es un buen tema para escribir una entrada en El Mundo Canica, pero luego... como diría alguien a quién quiero mucho-mucho, agua de borrajas. Sí, efectivamente, se queda en nada. Y eso que llevo siempre conmigo un cuaderno y un bolígrafo, como recomiendan los gurús de la creatividad.

Debo confesar que tengo un tema pensado, muy del orden de lo semántico y del juego de las palabras. Pero pretendo darle más cocción y por este motivo, vamos a dejar que se vaya cocinando. En mente está desde hace semanas y como pista os diré que... os vayáis pre-pa-ran-do. 

El verano, las vacaciones ya tienen estas cosas. La vuelta al cole, el inicio de curso, el marcarse objetivos... ¿Acaso no tiene algo que ver con el que retome el blog? Claro que sí! Por estas fechas, a parte de desear intensamente llevarme todo lo que venden en el Abacus y renovar bolis, libretas, tippex, fosforitos, etc. Otra de las ansias que me invaden es la de marcarme objetivos, propósitos. Absurdo me parece enumerarlos, porque siempre son los mismos. 

Eso sí, vengo con las pilas cargadas de buenas intenciones, de ganas de compartir con mi reducido grupo de lectores y lectoras. Así que espero al menos, ir escribiendo alguna cosilla, para que no olvidéis el fantástico, inigualable y especial Mundo Canica.

Un besote


sábado, 7 de junio de 2014

Abdicación, república y desencanto

A riesgo de parecer poco original en el tema, no me he podido reprimir crearme una opinión sobre el tema de moda en este nuestro país: la abdicación del Rey.

Confieso públicamente que pertenezco a ese grupo de ciudadanos que no entienden muy bien la figura del monarca pero que su talante "campechano" hace que se le acepte minimamente. Poco a poco, esta opinión se fue transformando en indiferencia hacia esa figura para pasar finalmente a opinar que es una figura, en la actualidad, carente de utilidad. No quiero desmerecer méritos anteriores del Rey, porque no dispongo ni de la información ni del criterio necesario para ello. 

Así que, quizás me definiría como republicana. Porque realmente, no sé que necesidad tenemos de tener una estirpe de Borbones que "representan" al país y que no han tenido ningún miramiento en pensar como van a criar a sus innumerables hijos y hijas no con qué dinero. Y más si tenemos en cuenta que la institución monárquica ha caído escrupulosamente debido a escándalos, corrupciones y elefantes.


Me reitero al comentar que desconozco la utilidad de la monarquía. Me entristece y me enfurece que no se nos de la posibilidad como ciudadanos de poder reflexionar y opinar de manera vinculante sobre esto. Pero parece que es un tema caudal en nuestra sociedad y que colapsa todos los medios. El nombramiento de Felipe VI como nuevo rey es el tema de moda. Pero, a mí, como persona, mujer, ciudadana, pagadora de impuestos, trabajadora y un largo etcétera, ¿cómo me afecta? ¿Qué cambiará con el nuevo rey? ¿Qué pasaría si no tuviéramos rey? 

Creo que no cambiará nada y de aquí viene lo de desencanto. Desencanto con el inmovilismo de algunas instituciones, a pesar que cada vez más la respuesta ciudadana es más visceral y más contundente. El miedo al cambio es algo casi casi universal, pero a la vez, algo con lo que hay que convivir y que a pesar del miedo, hay que poder cambiar algo.

Y no me gustaría acabar esta entrada sin publicar mi mayor respeto y admiración por esa troupe de dibujantes de El Jueves que han decidido dimitir tras haber sido censurados por su editorial. Quizás el Sr. del ¿por qué no te callas? tiene apalabrado algún libro de memorias con RBA. Es una hipótesis descabellada, lo sé, pero en este mundo ocurren cosas curiosas. ¡Je je! 

Seguimos con el desencanto cuando hay censura. Una censura absurda porque al final la corona llena de mierda no la sostiene Felipe VI sino todos los ciudadanos.

Firma una que está llena de orgullo y satisfacción. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Crispación y hartazgo

Hay temporadas en las que decido conscientemente no estar informada, no escuchar la radio ni ver las noticias. Aún así, mi tendencia a estar conectada con las redes sociales de manera diaria, hace que inevitablemente esté al día de lo que se cuece. Y casi siempre de manera inmediata.

En mi cabeza llevaba días pensando algún tema interesante del que hablar. Hace más de un mes que el Mundo Canica permanece en un letargo... Astenia primaveral, le llaman...

Hoy el detonante que ha hecho que decida escribir una entrada al blog ha sido un vídeo que he visto en Facebook. Lo he visto y se me han puesto los pelos de punta. Y la verdad, prefiero que se me sigan poniendo los pelos de punta, porque significará que no estoy inmune a actitudes desagradables, innecesarias que últimamente son habituales. Adjunto el enlace a continuación:


Como psicóloga entiendo la agresividad como parte del ser humano. La tendencia a realizar conductas con la intención de dañar al otro es algo real, innegable, por mucho que me resista a naturalizarlo. Pero me siento indignada y apenada porque esta agresividad se traduce en conductas violentas con una facilidad pasmosa. 

Parece que cualquier ocasión favorece, justifica la violencia. La ignorancia, las ganas de no querer entender, el miedo a tener que tolerar al que es diferente y un sinfín de motivos pueden llevar a que actuemos de forma violenta. 

Con toda la situación global y social actual, los ciudadanos, las personas, estamos "calentitas". Uno puede hartarse de las mentiras, las corrupciones y luchas de poder, y sobretodo las faltas de respeto. Me gustaría añadir que los medios de comunicación hacen una labor importante de difusión y tratamiento de la violencia de una manera que en ocasiones me parece banal y morbosa. 

Y se me remueve el alma y el estómago, cuando se nos priva de la posibilidad de queja, se nos cortan las alas y la voz. Y la única respuesta es el silencio, el golpe en la mesa, las balas de goma o los proyectos de ley. ¿Tantos años presumiendo que el ser humano es el único animal racional gracias al desarrollo, entre otras cosas, del lenguaje? ¿Para qué? ¿Qué sabemos del diálogo? Parece que bien poco. Ahora nadie confía en el poder de la palabra. Nadie cree a nadie. Y es triste...

Me gustaría pensar que todavía podemos responder sin utilizar la violencia. Estoy cansada de escuchar y ver reacciones que hieren, que matan, que humillan. Creo que no es necesario.

Hoy las vísceras han ganado la partida. No es una entrada amable, lo sé. Pero es que estoy un poco crispada y harta.






martes, 8 de abril de 2014

Quiero creer


Son muchas las personas que cuando les explico cual es mi trabajo me dicen que no saben como puedo trabajar con situaciones tan duras, que nos admiran por las batallas diarias que tenemos que afrontar. Yo les miro y sonrío. Reconozco que mi parte narcisista agradece estas palabras, me hacen sentir bien. Pero la verdad es que estas batallas no solo se libran con la energía que da el reconocimiento de conocidos, amigos y compañeros.

Hoy me pregunto por qué motivo trabajo en la atención de personas con múltiples problemas médicos, psiquiátricos y sociales. En días como hoy, me pregunto por qué no desistí antes de la búsqueda de empleo como psicóloga social y por qué no decidí dar un giro a mi vida profesional haciendo algún curso de fontanería o carpintería. 

Pero luego me respondo que me gusta mi trabajo porque confío en el ser humano y en la posibilidad del cambio. Puede parecer una paradoja después de varias experiencias que últimamente he tenido en mi día a día, donde observo en las personas con las que trabajo patrones de conducta que se repiten una y otra vez. Por eso, el día a día se afronta gracias a la compañía de otras personas idealistas, luchadoras y cercanas que me guían, me sostienen, me acompañan como parte más de un equipo. Este equipo, al igual que yo, tiene fe en su trabajo. Entonces, es cuando a pesar de las adversidades, quiero creer.

Quiero creer que muchas personas merecen  una oportunidad más.
Quiero creer que hacen lo que pueden pero que pueden integrar que pueden hacer más ( o al menos mejor)
Quiero creer que mi trabajo sirve de algo, ni que sea una sonrisa, una esperanza, un aprendizaje, una opción más.
Quiero creer que no estoy loca por intentar defender lo indefendible, por intentar entender lo incomprensible.
Quiero creer que, a pesar de no conseguir grandes cosas, nuestra labor es positiva. 

Hoy, más que nunca, este deseo de creer va a ser el empuje necesario para aceptar que hay muchas batallas, que no todas las ganamos y no todas las perdemos. 

Os dejo un link a un vídeo que me ayuda mucho en mi trabajo. La tendencia a poner etiquetas no ayuda demasiado a ver a la persona:

domingo, 30 de marzo de 2014

Los mayores

Hay un momento en la vida que te llegan señales irrefutables de que el tiempo pasa y que ya no eres una jovenzuela. 

Una de esas señales es cuando un crío, un mocoso, se dirige a ti como "señora". Una punzada te invade todo el cuerpo, te cae más mal que un kilo de alioli. Y te cabrea, te cabrea mucho. Pero al final, frenas tu impulso de soltarle una fresca al chaval y decides empezar a asumir que ya tienes una edad y te das cuenta que tu madre, cuando tenía tus años, ya había parido tres criaturas.

Otra señal es cuando ves a tus padres ya jubilados. Sus cabellos se vuelven blancos, al lado de su vaso de agua con las comidas hay una pastillita y disponen de tiempo libre. Sí, tiempo libre, aquello con lo que habían soñado porque siempre vivían pensando "ya descansaré cuando me jubile".

Es curioso como el paso del tiempo hace revisar la relación que tienes con tus progenitores. Al menos a mí me ha pasado. De la dependencia cuando eres una niña pasas a la ignorancia durante tu época adolescente. Luego buscas tu independencia y reivindicarte como joven adulta cuando decides marcharte de casa porque ya puedes emanciparte. Y cuando ya eres una adulta, el trato ya es de igual a igual, porque te das cuenta que ya te miran de manera distinta, que saben que tú tomas tus propias decisiones y seguramente se sienten orgullosos de ti (y de rebote, de ellos mismos por ver que no se les ha dado tan mal educarte).

Me he decidido escribir sobre mis padres porque últimamente me vienen ciertos in-puts en relación a ellos que me han hecho pensar mucho en el hacerse mayor. 

Afortunadamente, mis padres han sabido buscar las maneras de pasar el tiempo. Mi madre con talleres de gimnasia, memoria, informática, etc. Además tiene una "colla" de amigas con las que siempre tiene planes. Mi padre ha querido más ejercitar el cuerpo. Se compró una bicicleta y un chándal y cuando no sale a pedalear, se da unos paseos como los recorridos de la maratón. Y no contentos con todo esto, ayudan, como buenos abuelos, a cuidar a mi sobrino cuando sus padres no pueden por motivos laborales.


El que hayan sabido escoger el uso de su tiempo libre me encanta y me tranquiliza. Una vida activa es algo muy importante. Los de mi generación ya sabemos como pasar el tiempo libre, tenemos aficiones, intereses que podemos llevarlo a cabo con facilidad (mientras nuestras responsabilidades estén atendidas).

La relación con los padres cambia, ya lo he comentado anteriormente, y es por eso que quiero saborear este momento con ellos. Lo escribo porque en ocasiones me invade el temor por la huella del tiempo en nuestros cuerpos y nuestras mentes. No somos inmunes al envejecimiento y por eso es importante ser activo el máximo tiempo posible. Una mezcla de tristeza y ese temor vienen a mi mente al pensar que la dependencia que yo tenía siendo chica hacia ellos, puede invertirse con los años. Su presencia en mi vida entonces será distinta y eso es algo inevitable.

Pero todavía no ha llegado ese momento. Hace unas semanas realicé una caminata de quince horas con mi padre. Fue una experiencia inolvidable para ambos. Nunca había pensado que pudiera compartir con él este acontecimiento. Genial, simplemente genial.

Y con ésto ya acabo esta entrada en el blog, que como siempre acaba siendo dispersa (como yo, ¡je je!). Era habitual en mí, detestar hacerme mayor, cumplir años - llamadme Peter Pan, si queréis - pero reflejándome en el espejo de mis progenitores, he podido comprobar con alegría, que hacerse mayor no está tan mal, porque al final, se trata de lo que decidas tú qué hacer con tu vida y tu tiempo de ocio.

Os dejo una canción que me parece muy bonita.

domingo, 2 de marzo de 2014

Prejuicios

Según la RAE:
Prejuicio: 
1. m. Acción y efecto de prejuzgar
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.



Desde pequeña me enseñaron que los prejuicios son algo malo, algo que no debemos tener y que está mal visto, te hace ser mala persona. Con la edad, me he dado cuenta que es algo inevitable y de difícil escapatoria.

Creo que es algo intrínseco al ser humano el sentir cierto desdén, desconfianza a algo/alguien diferente, que funciona de otro modo al que nosotros consideramos correcto o válido  tanto por convencimiento empírico como por dificultad de cuestionamiento personal de lo adquirido con nuestra educación en nuestra cultura. Vamos, que no nos libramos de ciertos tintes que vienen determinados por la familia y el lugar de origen. 

Sí, sí, hasta el más abierto de mente, tiene algún prejuicio. Tenemos que admitirlo, siempre hay algo que nos desagrada, que no comprendemos y que juzgamos. Dónde hay ideas, hay juicio y dónde hay juicio, hay opinión y hay prejuicio. Y entonces, ¿qué hacemos para librarnos de su mala prensa? No me gusta tener prejuicios y a menudo me encuentro justificándome ante una opinión dicha alegremente que puede ser una valoración injusta o errónea. Por otro lado, me fastidia tener que ir con remilgos ante determinadas situaciones para mostrarme como alguien políticamente correcta. ¿Quién no se ha visto metido en un embrollo o mal rato intentando dar una explicación porque en una conversación pública ha hecho algún comentario sobre las diferencias entre etnias, orientación sexual o género?

Aún así, la batalla no está perdida. Y creo que sé cual es la mejor arma: el sentido del humor. Si partimos de la base de que todos tenemos prejuicios, nos podemos reír de esta "tara" humana. Nos podremos relajar si nos tomamos con humor opiniones que pueden sonar ofensivas pero que de ninguna manera se han verbalizado con la intención de ofender. 

Hace unos meses me llegó un chiste por Whatsapp en el que aparecía la bandera de Gran Bretaña y unas letras que decían: "La asociación de daltónicos de Euskadi os deseamos Felices Fiestas". Me hizo gracia e inmediatamente se lo mandé a un amigo vasco. Al día siguiente, recordé que mi amigo, además de ser vasco, tenía dificultad para distinguir ciertos colores. Y mi mala conciencia empezó a extenderse dentro de mí."¡Madre mía! ¡Qué broma de mal gusto! ¡Pobre, habrá pensado que me río de él!" Seguidamente, le mandé un mensaje pidiéndole disculpas y la fuerza del sentido del humor ganó la batalla. Me contestó que le había hecho más gracia si cabe... Respiré tranquila. 


Chistes como este circulan con gran facilidad y muchos nos hacen esbozar una sonrisa. Si tuviéramos que pensar en si puede ser ofensivo para alguien sería agotador.

Aún así, no quiero que quede la sensación que justifico el contenido de los prejuicios. Siguen siendo dañinos si nacen del odio y del rechazo, si son inamovibles y si no son vividos como prejuicios sino como dogmas de vida. 


domingo, 26 de enero de 2014

Nostalgia

Hace un par de años que corren por las redes sociales imágenes de "Yo fui a EGB". Es una página de Facebook que tuvo tanto éxito que sus creadores, Javier Ikaz y Jorge Díaz, hicieron un blog (http://www.yofuiaegb.com/) y hasta han editado un libro que está arrasando en las librerías.

El éxito radica en que la nostalgia vende. Los seres humanos tenemos la costumbre de vincularnos emocionalmente a juguetes, series de televisión, costumbres compartidas por una generación, etc. No es tanto la vinculación con el objeto en sí, sino el recuerdo de cómo nos hacía sentir y de que éramos niños, época en la que nuestra capacidad de disfrute no tenía barreras, deberes ni remordimientos.

Como primeras generaciones que crecieron en la transición y viendo la Bola de Cristal, podemos sentirnos contentos de nuestra infancia. La tecnología llegaba a nuestros hogares, empezó a ser algo asequible y no había infante que no tuviera un Spectrum, un Amstrand o una Sega Megadrive. 

Ahora, en la segunda década del siglo XXI, esos infantes somos adultos con una idea clara: no vamos a esperar a la jubilación para tener tiempo de ocio ni disfrutar de aquello que nos gusta. Esto lo hacían nuestros padres y ahora, jubilados, están perdidos y agotados. Pero, bueno, hablar de la generación de nuestros padres, gran sostén de la actual sociedad, daría para otra entrada del blog.

Este deseo de disfrute tiene unas consecuencias en el consumo, hasta el punto en el que lo "retro" está de moda. Somos una generación que dispone de cierto poder adquisitivo, algunos todavía sin cargas familiares y es por esto, que somos el público objetivo de muchos productos que se venden. Pero me gustaría comentar que esta misma generación que puede gastar dinero en nostalgia, no siempre lo hace (ahora me permito el lujo de generalizar y que conste que es sólo mi opinión). Esta generación que sonríe cuando escucha Devuélveme a mi chica o cuando reponen los Goonies, ha generado otras sinergias sociales que merecen cierto interés.

Algo hemos debido de aprender cuando de nuevo volvemos a ir a comprar al mercado en carro o usamos las bolsas de tela. Algo, cuando de nuevo nos metemos entre fogones y nos apasiona la cocina. Algo, cuando tenemos esa cultura de reciclar, de coser y crear prendas nuevas o zurcir los calcetines con tomates.

Creo que estamos en una pequeña encrucijada. Por un lado, la sociedad nos dicta el consumo y nos toca la fibra: muñecos de acción para adultos, Polaroids, sesiones de cine de pelis de nuestra infancia, etc. Por el otro, la crisis nos hace retomar costumbres que van encaminadas a la conciencia en contra del despilfarro.  Esta encrucijada está marcada por la obligación de no decepcionar a nuestros antecesores y la responsabilidad de dar ejemplo a nuestros sucesores. 

Aquí os dejo una canción que a más de uno le suena: