domingo, 2 de marzo de 2014

Prejuicios

Según la RAE:
Prejuicio: 
1. m. Acción y efecto de prejuzgar
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.



Desde pequeña me enseñaron que los prejuicios son algo malo, algo que no debemos tener y que está mal visto, te hace ser mala persona. Con la edad, me he dado cuenta que es algo inevitable y de difícil escapatoria.

Creo que es algo intrínseco al ser humano el sentir cierto desdén, desconfianza a algo/alguien diferente, que funciona de otro modo al que nosotros consideramos correcto o válido  tanto por convencimiento empírico como por dificultad de cuestionamiento personal de lo adquirido con nuestra educación en nuestra cultura. Vamos, que no nos libramos de ciertos tintes que vienen determinados por la familia y el lugar de origen. 

Sí, sí, hasta el más abierto de mente, tiene algún prejuicio. Tenemos que admitirlo, siempre hay algo que nos desagrada, que no comprendemos y que juzgamos. Dónde hay ideas, hay juicio y dónde hay juicio, hay opinión y hay prejuicio. Y entonces, ¿qué hacemos para librarnos de su mala prensa? No me gusta tener prejuicios y a menudo me encuentro justificándome ante una opinión dicha alegremente que puede ser una valoración injusta o errónea. Por otro lado, me fastidia tener que ir con remilgos ante determinadas situaciones para mostrarme como alguien políticamente correcta. ¿Quién no se ha visto metido en un embrollo o mal rato intentando dar una explicación porque en una conversación pública ha hecho algún comentario sobre las diferencias entre etnias, orientación sexual o género?

Aún así, la batalla no está perdida. Y creo que sé cual es la mejor arma: el sentido del humor. Si partimos de la base de que todos tenemos prejuicios, nos podemos reír de esta "tara" humana. Nos podremos relajar si nos tomamos con humor opiniones que pueden sonar ofensivas pero que de ninguna manera se han verbalizado con la intención de ofender. 

Hace unos meses me llegó un chiste por Whatsapp en el que aparecía la bandera de Gran Bretaña y unas letras que decían: "La asociación de daltónicos de Euskadi os deseamos Felices Fiestas". Me hizo gracia e inmediatamente se lo mandé a un amigo vasco. Al día siguiente, recordé que mi amigo, además de ser vasco, tenía dificultad para distinguir ciertos colores. Y mi mala conciencia empezó a extenderse dentro de mí."¡Madre mía! ¡Qué broma de mal gusto! ¡Pobre, habrá pensado que me río de él!" Seguidamente, le mandé un mensaje pidiéndole disculpas y la fuerza del sentido del humor ganó la batalla. Me contestó que le había hecho más gracia si cabe... Respiré tranquila. 


Chistes como este circulan con gran facilidad y muchos nos hacen esbozar una sonrisa. Si tuviéramos que pensar en si puede ser ofensivo para alguien sería agotador.

Aún así, no quiero que quede la sensación que justifico el contenido de los prejuicios. Siguen siendo dañinos si nacen del odio y del rechazo, si son inamovibles y si no son vividos como prejuicios sino como dogmas de vida. 


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