jueves, 29 de enero de 2015

Reencuentros

Hace unas semanas, mi padre estuvo haciendo limpieza en el altillo de casa. Le entró un arrebato de recuperar territorio, y lo vació casi entero.

Un día, cuando fui de visita, me indicó que aquel enorme montón de cajas y bolsas que ocupaban la habitación, era mío y que por tanto, como que ya no era habitante de aquella casa, esas pertenencias debían de acompañarme a mi morada. La otra opción era más penosa, ya que detalles de mi existencia, pasaban a otra vida: el contenedor de la basura.

Así que hoy he ido a seleccionar, a validar y valorar la estima que le tengo a aquella montaña de recuerdos plasmados, en su mayoría, en papel.


Se ha producido un reencuentro con la Ana niña, la que jugaba con las Barriguitas y con la Nancy. La que en aquel viaje a Madrid en el año 1986, le pidió ese abanico a la dueña del Hostal donde nos alojábamos esas fantásticas vacaciones en familia. La Ana que jugaba a cromos de picar en las escaleras del colegio.

Se ha producido el reencuentro también con la Ana pre-púber. La que coleccionaba pósters de Sensación de Vivir. La que veía Bola de Drac y cantaba las canciones de La Bella y la Bestia y La Sirenita. La Ana que enstristeció cuando murió River Phoenix. La Ana, que a pesar que tenía claro que quería ser psicóloga, diseñaba vestidos para las chicas que dibujaba.

También ha aparecido la Ana adolescente. Aquella Ana que le entró una deria con el fútbol y guardaba recortes de futbolistas de aquí y de la Premier League. La adolescente que se marchaba de ruta a la montaña y que iniciaba su andadura como monitora de esplai, con sus preparaciones de juegos, colonias y campamentos.

Esa Ana, que empezó la Universidad. Y la acabó. Y se puso el birrete y se hizo la foto de rigor en la orla, con otros cientos de aspirantes a psicólogos. Y millones de apuntes, de fotocopias, de resúmenes y dossieres. 

Ha sido apasionante, melancólico, divertido abrir esas carpetas forradas con tios buenos y descubrir la notas de la Guardería Mickey, del Colegio y del Insti. La notas de Selectividad. Mi primer contrato de trabajo. Mi primer finiquito. Mi primera declaración de la renta. Los apuntes de la Autoescuela y los libros de Inglés. 

Pero me queda mucho trabajo por hacer, muchos reencuentros y conexiones a aquello que he sido. Me he sorprendido pensando todo lo que he hecho en mi vida. Y eso que, la mayor parte de las experiencias no se plasman en papel o en foto... (bueno, ahora esto está cambiando).

Después de desecharme de 8 bolsas de papeles y de clasificar lo que me voy a llevar a mi casa, mi padre está contento. Yo, por descontado, también.