domingo, 26 de enero de 2014

Nostalgia

Hace un par de años que corren por las redes sociales imágenes de "Yo fui a EGB". Es una página de Facebook que tuvo tanto éxito que sus creadores, Javier Ikaz y Jorge Díaz, hicieron un blog (http://www.yofuiaegb.com/) y hasta han editado un libro que está arrasando en las librerías.

El éxito radica en que la nostalgia vende. Los seres humanos tenemos la costumbre de vincularnos emocionalmente a juguetes, series de televisión, costumbres compartidas por una generación, etc. No es tanto la vinculación con el objeto en sí, sino el recuerdo de cómo nos hacía sentir y de que éramos niños, época en la que nuestra capacidad de disfrute no tenía barreras, deberes ni remordimientos.

Como primeras generaciones que crecieron en la transición y viendo la Bola de Cristal, podemos sentirnos contentos de nuestra infancia. La tecnología llegaba a nuestros hogares, empezó a ser algo asequible y no había infante que no tuviera un Spectrum, un Amstrand o una Sega Megadrive. 

Ahora, en la segunda década del siglo XXI, esos infantes somos adultos con una idea clara: no vamos a esperar a la jubilación para tener tiempo de ocio ni disfrutar de aquello que nos gusta. Esto lo hacían nuestros padres y ahora, jubilados, están perdidos y agotados. Pero, bueno, hablar de la generación de nuestros padres, gran sostén de la actual sociedad, daría para otra entrada del blog.

Este deseo de disfrute tiene unas consecuencias en el consumo, hasta el punto en el que lo "retro" está de moda. Somos una generación que dispone de cierto poder adquisitivo, algunos todavía sin cargas familiares y es por esto, que somos el público objetivo de muchos productos que se venden. Pero me gustaría comentar que esta misma generación que puede gastar dinero en nostalgia, no siempre lo hace (ahora me permito el lujo de generalizar y que conste que es sólo mi opinión). Esta generación que sonríe cuando escucha Devuélveme a mi chica o cuando reponen los Goonies, ha generado otras sinergias sociales que merecen cierto interés.

Algo hemos debido de aprender cuando de nuevo volvemos a ir a comprar al mercado en carro o usamos las bolsas de tela. Algo, cuando de nuevo nos metemos entre fogones y nos apasiona la cocina. Algo, cuando tenemos esa cultura de reciclar, de coser y crear prendas nuevas o zurcir los calcetines con tomates.

Creo que estamos en una pequeña encrucijada. Por un lado, la sociedad nos dicta el consumo y nos toca la fibra: muñecos de acción para adultos, Polaroids, sesiones de cine de pelis de nuestra infancia, etc. Por el otro, la crisis nos hace retomar costumbres que van encaminadas a la conciencia en contra del despilfarro.  Esta encrucijada está marcada por la obligación de no decepcionar a nuestros antecesores y la responsabilidad de dar ejemplo a nuestros sucesores. 

Aquí os dejo una canción que a más de uno le suena: