domingo, 7 de abril de 2013

Cambios rápidos

A riesgo de parecer que explico historias como el "abuelo Cebolleta", hoy, de nuevo, me doy cuenta de cómo cambian las cosas. Miro atrás y recuerdo que la comunicación era diferente.

Hace unos días, hablando con mi hermano, salió en la conversación el hecho de que hay mucha gente que ha decidido vivir sin televisión. Se puede valorar como un hecho de saneamiento cerebral, como una decisión  a conciencia porque realmente ya no tiene tanta utilidad. Ahora lo que sirve es internet, todo está allí, hasta la "tele". De la radio, a la televisión y de la televisión al ordenador. Vienen con fuerzas las tablets y poco le falta a los móviles para que nos hagan la compra.

Esta mañana, de charla con unas amigas, comentábamos como en nuestra época universitaria empezaba a sonarnos aquello que se llamaba internet. Comentábamos como creamos nuestra primera cuenta de correo electrónico y como de ilusionante era la espera de un mensaje, un e-mail, un "emilio". Esa ilusión se ha ido desvaneciendo y los correos electrónicos se han convertido en algo más práctico. Ahora, casi han pasado a la historia para algún tipo de comunicaciones, porque tenemos el Whatsapp o el Line. Mensajes rápidos, con muchas posibilidades.

Confesaré que siento todavía mucho romanticismo en relación a la comunicación clásica, a las charlas, las conversaciones en persona. Me gusta hablar con la gente cara a cara, verla y hay muchas cosas que siempre es mejor decir con el otro delante. Aún así, siento fascinación por estas nuevas maneras de comunicarnos. No podemos negar que generan relación, mantienen vínculos (y más en personas como yo, que hablar por teléfono produce algo así como urticaria). Son sencillos, fáciles. 

Sin ir más lejos y lo que definitivamente me ha motivado a escribir esta entrada en el blog ha sido como me he podido enterar de una buena noticia. Y no sólo yo, sino unas 15 personas más que estamos en un grupo de Whatsapp. Todos a la vez, todos hemos recibido la noticia al mismo tiempo, todos hemos podido decir lo nuestro, ipso facto. 

Y es cuando me acuerdo de mis abuelos. Me acuerdo porque me encantaría ver que opinan o como viven estos cambios, cambios rápidos que nos obligan a adaptarnos continuamente. Mis abuelos, que  tardaban días y noches en venir del pueblo a Barcelona, que tenían que bajar a llamar a la cabina y que escuchaban por la radio las noticias (noticias que vete tu a saber cuantos días antes habían acontecido).

Todo va muy rápido, nos guste o no. Todo acaba desfasándose, todo excepto el deseo y la necesidad del contacto humano (aunque sea virtual). Somos relación y comunicación. 

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